Cuando Peter Fortune tenía ocho años, algunos adultos le decían a menudo que era un niño "difícil". Nunca comprendió lo que querían decir. Él no se consideraba en absoluto difícil. No estrellaba las botellas de leche contra el muro del jardín, ni se echaba salsa de tomate en la 1cabeza y fingía que sangraba, ni le golpeaba los tobillos a la abuela con la 2espada, 4aunque de vez en cuando se le ocurrieran esas ideas. A excepción de todas las verduras menos las patatas, el pescado, los huevos y los quesos, comía de todo. No era más ruidoso, sucio o tonto que 3ninguna de las personas que conocía. Su nombre era fácil de pronunciar y deletrear. Su cara, pálida y pecosa, era muy fácil de recordar. Iba a la escuela todos los días como los demás niños y 8nunca armó demasiado escándalo por ello. Con su hermana no era más insoportable de lo que ella lo era con él. 9Nunca la policía llamó a la puerta con intención de detenerlo. Nunca unos médicos vestidos de blanco quisieron llevárselo al manicomio. En opinión de Peter, él era de lo más fácil. ¿Que tenía de difícil? Peter lo comprendió cuando 5todavía era un adolescente. Creían que era difícil por lo callado que era. Eso parecía preocupar a la gente. El otro problema era que le gustaba estar solo. No siempre, 6por supuesto. Ni siquiera todos los días. 7Sin embargo, la mayoría de los días le gustaba quedarse a solas durante una hora en algún sitio, en su habitación o en el parque. Le gustaba estar solo y pensar en su vida. McEwan, Ian. En las Nubes. Editorial Anagrama, Barcelona, 2007, pp. 11-12. Texto adaptado. (UECE/2007) El verbo CONOCER (Véase: "... ninguna de las personas que conocía" / ref. 3), en la primera persona singular del presente de subjuntivo, es:
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la 1finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, 2de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; 3la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Sentía un placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir 4a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales 5danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los 6héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo de una gran historia de amor. CORTÁZAR, Julio. Cuentos Completos/1. España, Editorial Alfaguara, 2005, p. 291. (Uece 2007) Así como HÉROES (ref. 6), también divergen del portugués en la sílaba tónica.
(UECE - 2007) Ahora bien, a los adultos les gusta creer que saben lo que pasa por la cabeza de un nio de diez aos. Y es imposible 1saber lo que alguien est pensando 2si esa persona no lo cuenta. La gente vea a Peter tumbado de espaldas alguna tarde de verano, mascando una brizna de hierba y mirando el cielo. Peter, Peter! En qu ests pensando?, le gritaban. Y Peter se incorporaba sobresaltado. Los adultos saban que algo ocurra en el interior de esa cabeza, pero no podan orlo, ni verlo, ni sentirlo. No podan decirle a Peter que parara porque no saban lo que l estaba haciendo. Habra podido estar incendiando la escuela, tirando a su hermana a los cocodrilos o huyendo en globo, 3pero lo nico que vean era un nio mirando el cielo azul sin pestaear, un nio que no oa cuando lo llamaban por su nombre. En cuanto a lo de estar solo, eso tampoco les gustaba demasiado a los adultos. Ni siquiera les gusta que otros adultos estn solos. Cuando te juntas con otros, la gente ve lo que ests haciendo. Ests haciendo lo que ellos estn haciendo. Pero Peter tena ideas diferentes. Juntarse 4con los dems estaba muy bien, en su momento. Pero sin exagerar. En la escuela, dejaba a veces su cuerpo sentado en el pupitre, 5mientras su mente se perda en las nubes. Incluso en casa, tener la cabeza en las nubes lo meti a veces en los. Una Navidad, el padre de Peter, Thomas Fortune, estaba colgando adornos en la sala. Era algo que odiaba. Siempre lo pona de mal humor. Haba decidido colocar serpentinas en un rincn. Pues bien, en ese rincn haba una 6butaca y en ella, sin hacer nada en concreto, estaba Peter. McEwan, Ian. En las Nubes. Editorial Anagrama, Barcelona, 2007, pp. 12-13. Texto adaptado. ... con los dems estaba muy bien (ref. 4) Indique la frase en que el trmino MUCHO se apocopa, sin error, como en la frase arriba transcrita:
(UECE - 2007) Haba empezado a leer la novela unos das antes. La abandon por negocios urgentes, volvi a abrirla cuando regresaba en tren a la 1finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, despus de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestin de aparceras, volvi al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su silln favorito, 2de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dej que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los ltimos captulos. Su memoria retena sin esfuerzo los nombres y las imgenes de los protagonistas; 3la ilusin novelesca lo gan casi en seguida. Senta un placer casi perverso de irse desgajando lnea a lnea de lo que lo rodeaba, y sentir 4a la vez que su cabeza descansaba cmodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguan al alcance de la mano, que ms all de los ventanales 5danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la srdida disyuntiva de los 6hroes, dejndose ir hacia las imgenes que se concertaban y adquiran color movimiento, fue testigo de una gran historia de amor. CORTZAR, Julio. Cuentos Completos/1. Espaa, Editorial Alfaguara, 2005, p. 291. En de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado... (ref. 2) y la ilusin novelesca lo gan casi en seguida (ref. 3), el monoslabo LO ejerce la funcin de
(UECE - 2007) Uno se duerme; eso es todo. Nadie dir jams el instante en que las puertas se abren a los sueos. Aquella noche, 1hacia las nueve, me dorm como siempre, y 2tuve como siempre un sueo. Aquella noche so que me senta mal. Que me mora 3despacio, con cada fibra. 5Un horrible dolor en el pecho; y cuando respiraba, la cama se converta en espadas y vidrios. Estaba cubierto de sudor fro, senta ese espantoso temblor de las piernas que ya una vez, aos atrs... Quise gritar, para que me oyeran. Tena sed, miedo, fiebre; una fiebre de serpiente, viscosa y helada. A lo lejos se oa el canto de un gallo y alguien, desgarradoramente, silbaba en el camino. Deba soar mucho tiempo, pero s que mis ideas se tornaron sbitamente claras y que incorpor en la oscuridad, 6temblando, todava bajo la pesadilla. Es inexplicable como la vigilia y el ensueo siguen entrelazados en los primeros momentos de un despertar, negndose a separar sus aguas. Me senta muy mal; no estaba seguro de que aquello me hubiera ocurrido, 4pero tampoco me era posible suspirar, aliviado, y volver a un sueo ya libre de espantos. Busqu el velador y creo que lo encend porque los cortinados y el gran armario se anunciaron bruscamente a mis ojos. Tena la impresin de estar muy plido. Casi sin saber cmo, me hall de pie, yendo al espejo del armario con un deseo de mirarme la cara, de alejar el inmediato horror de la pesadilla. Cuando estuve ante el armario, pasaron unos segundos hasta comprender que mi cuerpo no se reflejaba en el espejo. Bien despierto, habra sentido erizrseme el cabello, pero en ese automatismo de todas mis actitudes me pareci simple explicacin el hecho de que la puerta del armario estaba cerrada y que, por lo tanto, el ngulo del espejo no alcanzaba a incluirme. Con la mano derecha abr rpidamente la puerta. Y entonces me vi, pero no a m mismo. Es decir, no me vi ante el espejo. Ante el espejo no haba nada. Iluminado crudamente por el velador estaba el lecho y mi cuerpo yaca en l, con un brazo desnudo colgando hasta el suelo y la cara blanca, sin sangre. CORTZAR, Julio. Cuentos Completos/1. Espaa, Editorial Alfaguara, 2005, pp. 60/61. En la frase temblando, TODAVA bajo la pesadilla (ref. 6), el trmino en destaque es un(a)