(PUC-Rio - 2016)
Enfermos de ocio: el precio de tomarse 20 días de vacaciones
Kristin Suleng
El síndrome del tiempo libre existe. Sea verano o invierno, no pocos se sienten escacharrados nada más empezar las ansiadas vacaciones. Cuando placeres como tener el despertador apagado, tumbarse en la arena de la playa o llegar a la habitación del hotel se tornan en un suplicio por culpa de un malestar general de pies a cabeza, una sensación de náuseas o de síntomas que anuncian una gripe sin motivo aparente, puede que sufra la enfermedad del ocio. La denominación, real, aunque suene a chanza de El Mundo Today, podría dar luz sobre las posibles razones, todavía inexplicables para la ciencia, que impiden al organismo saborear el descanso vacacional tras haberlo dado todo en el trabajo.
Las vacaciones a veces no son sinónimo de paz y descanso. El cambio de los hábitos, junto con las condiciones climáticas, puede trastocar la idílica pausa a la batalla de los atascos-oficina-casa-familia, con el riesgo de exponernos a patologías que van desde las lesiones cutáneas por la exposición solar, infecciones de hongos o picaduras de insectos; a procesos gastrointestinales de origen infeccioso o por intoxicaciones alimenticias y la presencia de enfermedades importadas de otros países a los que se ha viajado, como apunta Marta Martínez del Valle, secretaria de información de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
A ese catálogo de enfermedades hay que añadirle una nueva complicación: ponerse malo por dejar de trabajar. Aunque apenas hay artículos científicos que fundamenten su existencia, como observa la doctora Martínez del Valle, hace poco más de una década, el psicólogo holandés Ad Vingerhoets, de la Universidad de Tilburg, aquejado de la sensación de enfermedad durante el tiempo libre de los fines de semana y las navidades, se propuso buscar un patrón de síntomas como explicación a la falta de energía durante las vacaciones en personas que nunca enferman durante el estrés laboral.
Tras encuestar a 1.128 hombres y 765 mujeres, con edades comprendidas entre los 16 y los 87 años, el estudio estimó que alrededor del 3% de la población puede padecer este trastorno durante los fines de semana y las vacaciones con síntomas como el dolor de cabeza, migrañas, fatiga, daño muscular, náuseas o un estado similar al resfriado o la gripe. En la mayoría de casos, los pacientes sufrían el síndrome durante diez años, surgiendo tras acontecimientos importantes de la vida, como una boda, el nacimiento del primer hijo o el cambio de un puesto de trabajo.
Según el estudio, el perfil medio del enfermo del ocio se define por el perfeccionismo y la ansiedad por avanzar, una excesiva carga de faena y un gran sentido de la responsabilidad, características que hacen muy difícil desconectar del trabajo. La preocupación por el mundo externo cuando trabajamos compite con la información del propio cuerpo, afirma el autor de la investigación, de forma que en ambientes de estrés nuestra atención se desvía de los posibles síntomas problemáticos, mas, por el contrario, los momentos de relajación o aburrimiento favorecen la alerta sobre las señales del organismo. Esta condición podría demostrar la capacidad de los individuos de posponer la enfermedad a un momento más adecuado, al tiempo que aportaría un valor positivo al estrés como factor de resistencia a patologías, contra la creencia popular.
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KRISTIN, Suleng. Cest: www.elpaís.es. 15 jul. 2015. 12:08
En el fragmento “La denominación, real, aunque suene a chanza de El Mundo Today, podría dar luz sobre las posibles razones, todavía inexplicables para la ciencia, que impiden al organismo saborear el descanso vacacional tras haberlo dado todo en el trabajo.” podemos reemplazar el adverbio “todavía” por
pero.
aún.
no obstante.
sin embargo.
aunque.