(Pucmg 2004)
Entre la razón y la emoción
Las situaciones de nuestra vida nunca son nuevas: se las vivencia desde las experiências pasadas. Así un nuevo encuentro con una persona representará alguien del pasado, alguien querido, odiado, valorizado, despreciado, temido o buscado.
Podemos decir que el cómo vivimos cada situación depende de los sentimientos, deseos, temores con que vamos al encuentro del mundo y de los otros, todo está marcado por nuestras vivencias inconscientes, siempre desconocidas, pero siempre actuales, presentes y actuantes.
En este sentido, nunca nada es nuevo. Transitamos por la vida con optimismo o con temores, rechazamos o aceptamos, sin poder dar cuenta de los por qué.
Vale la pena recordar viejos refranes de la sabiduría universal: "Conócete a ti mismo y así conocerás al universo" o "Así como adentro tuyo, así es afuera", y el de un escritor que dijo: "El mundo es lo que yo me represento".
El paradigma de la racionalidad del ser humano, materializado por la célebre frase de Descartes "pienso, luego existo", hoy empieza a perder fuerza porque las emociones están ganando espacio en una cultura que las tenía desvalorizadas. El éxito en la vida no se consigue solamente con inteligencia racional o intelectual, sino que una buena parte se debe a cómo manejamos las emociones en nuestras relaciones con los demás. El deseado equilibrio entre la emoción y la razón lo vemos permanentemente en la vida cotidiana, somos objetivos y racionales pero no dejamos de considerar las emociones. Por ejemplo, si le debemos marcar cierto límite a nuestro hijo, lo hacemos con el cuidado que nace del afecto que él nos inspira.
Sin embargo, ese equilibrio entre emoción y razón se altera a la hora de tomar decisiones, ya que en tal caso la secuencia ideal sería: pensar, actuar, sentir. Dicho de otra forma, la acción o decisión de cualquier persona debe de estar fundamentada en un trabajo pensante prévio, dejando los sentimientos y emociones como un derivado de la acción realizada. Cuando se trata de resolver un problema, primero hay que enfrentarse a un reto intelectual muy exigente: revisar información, situaciones, signos y decidir un plan de acción. El segundo paso es ejecutar ese plan y, finalmente, experimentar el sentimiento que nos genera un trabajo bien realizado.
Pero suele ser muy frecuente no seguir la secuencia comentada y caer en otra: sentir, actuar y pensar. Al comenzar con un primer paso que se sustenta fundamentalmente en el estado emocional o en ciertos prejuicios de quien toma La decisión, se abandona la posibilidad de basar nuestro actuar en cimientos de racionalidad. Quien no actúa como piensa, termina pensando y justificando cómo actúa. Por ello, los sentimientos y la racionalidad relacionados con una decisión deben mantener un orden correcto.
Saber decidir es una de aquellas cosas que se mejoran con la práctica y van convirtiéndose en hábito. El vencer la tentación inicial de actuar según lo que provoque la emoción del momento, para dar paso a la racionalidad, es un ejercicio que se puede hacer en muchos momentos y habrá de ayudar luego en todos los ámbitos de la vida.
Marta Craichik, Revista Familia Cooperativa, Nº 209, abril 2003, Bahía Blanca.
"SIN EMBARGO, ese equilibrio entre emoción y razón se altera a la hora de tomar decisiones..."
En el fragmento, la partícula destacada NO puede ser reemplazada por:
así.
a pesar de ello.
no obstante.
con todo.